Prólogo a “Ezequiel Urviola y el indigenismo puneño” (2016)

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Agradezco la oportunidad de poder escribir estas palabras dado que Augusto Ramos Zambrano ha sido un autor fundamental en mis estudios sobre las rebeliones en el siglo XVIII. Es un investigador que aprecio y leo mucho (términos que son sinónimos en el mundo de los libros). Mientras escribo esta líneas, tengo a la mano Puno en la rebelión de Tupac Amaru (Puno: Universidad Nacional del Altiplano, 1982) que compré en 1989 en una librería en la plaza de armas del Cuzco que ya no existe. La edición es rústica pero bonita, con la tipografía al estilo de máquina de escribir y un papel grueso característico de esa época. Con los años, es ya un libro subrayado y con apuntes míos al final y en los márgenes. Simplemente, es el mejor estudio que tenemos sobre la zona de Titicaca (va más allá de Puno) durante la rebelión de Tupac Amaru. Con más de tres décadas después de haber sido publicado, bien merece una reedición. La obra de Ramos Zambrano está muy presente en mi libro reciente La rebelión de Tupac Amaru (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2015).

Otro libro suyo que cito es Aimaras rebeldes, edición hecha por su hija Liliana Ramos de Becares. Contiene una serie de estudios sobre los intelectuales e insurgentes aimaras del siglo XVIII al XX. La obra contribuye a la historia de pueblos como Zepita y Chucuito, a la comprensión del fascinante indigenismo y vanguardismo de la zona así como a los movimientos sociales ocurridos en Ilave en 2004. En este y otros libros, Ramos Zambrano escribe con precisión y pasión, compartiendo su gran conocimiento de la zona, tanto su historia como su literatura.

Los libros reunidos en este volumen esclarecen y abren nuevos caminos sobre el siglo XX en el sur andino, siempre alrededor de Puno, Lampa, y Azángaro. Son libros clásicos y escasos, obras muy buscadas que si aparecen en la ferias de libros usados se venden de inmediato. Son ediciones bonitas –no necesariamente lujosas pero sí muy cuidadas– y con importantes prólogos. Son parte, para usar uno de los títulos, de una “tormenta altiplánica” personal del autor, que le permitió escribir tres libros con apenas siete años de diferencia, entre 1983 y 1990.

Los tres libros reflejan el interés de Ramos Zambrano pero también de muchos otros historiadores de la década de 1980 en torno a las rebeliones campesinas. El autor contribuyó no solo con sus publicaciones sino con su asesoría y amistad a investigadores como Manuel Burga y Alberto Flores Galindo (su Apogeo y crisis de la República Aristocrática apareció en 1979) y a extranjeros como Nils Jacobsen y Daniel Hazen. Sin lugar a dudas, también apoyó con igual o más entusiasmo a los investigadores puneños.

En el Perú hace mucha falta investigar más sobre las corrientes historiográficas y en este caso sería interesante explorar la relación entre los libros publicados en Puno (dos de los tres reunidos aquí) y las investigaciones llevadas a cabo en Lima. ¿Podemos hablar de un mercado “nacional” para las publicaciones de historia? Necesitamos conocer más sobre el impacto de las publicaciones y las redes de apoyo e influencias, pero es indudable que Augusto Ramos Zambrano, con sus libros y su asesoría, contribuyó de manera clave al importante boom de estudios sobre el sur andino que se produjo en las décadas de 1970 y 1980.

Al volver a leer el primer libro, La rebelión de Huancané (1923-1924), llama la atención su notable combinación de pasión por su pueblo y una gran creatividad como investigador. Él mismo se refiere a su “puneñismo sin límites” (p. 62), frase que podría sonar a un lugar común, pero que en la pluma de Ramos Zambrano es una manifestación escrita de su amor hacia Puno por medio de una investigación seria. En cuanto a su creatividad, basta ver la variedad de fuentes que emplea: periódicos, telegramas, numerosos archivos puneños y monografías poco conocidas o hasta inéditas. Además, incluye sus propios recuerdos y las conversaciones que sostuvo con mucha gente, desde campesinos a hacendados. Todos los libros de Ramos Zambrano tienen un lado autobiográfico o íntimo.

La rebelión de Huancané no solo es un importante análisis de una coyuntura fascinante, de grandes cambios y muchas posibilidades (Burga y Flores Galindo y también José Luis Rénique indagan en otros libros sobre la oportunidad perdida de una alianza entre la emergente izquierda en Lima y los movimientos sociales e intelectuales del altiplano, por ejemplo), sino también un interesante modelo de cómo hacer historia del Perú en el siglo veinte. Llama la atención su capacidad para encontrar fuentes donde parecía que no estas no existieran. Este y sus otros libros son definitivamente modelos de “historia local”.

El segundo libro, Rumi Maqui, incluye un valioso esbozo biográfico de Ramos Zambrano escrito por el jurista y docente Víctor Sotomayor Pérez, en el cual menciona los estudios escolares de Ramos Zambrano en Lampa, Arequipa y Cusco y sus experiencias en la prisión. Son pistas muy prometedoras para una futura biografía. El libro describe la creciente concentración de tierra en Azángaro debido a la expansión de las haciendas ganaderas en el siglo XIX. También subraya el aspecto biográfico, el trabajo de Teodomiro Gutiérrez Cuevas como subprefecto y su progresiva transformación en protector de indígenas y finalmente en “Rumi Maqui”. Los gamonales ya enfrentarían no solo la oposición de los indígenas sino también de otros sectores “mistis”, preocupados por la explotación e injustica de la zona a principios de siglo. La división misti-indio (nunca absoluta) se iba resquebrajando. A través de nueva fuentes, Ramos Zambrano ilumina la manera en que el cuestionamiento de Gutiérrez Cuevas a los gamonales se terminó por convertir en un levantamiento violento. Hay incógnitas que quedan aún sin resolver: desconocemos el paradero de Gutiérrez Cuevas después de su juicio por traición a la patria. La obra de Ramos Gutiérrez esclarece el perfil de Rumi Maqui, quien todavía merece más investigación.

En diferencia con los otros dos libros previos, Tormenta altiplánica fue publicada en Lima, con el apoyo de CONCYTEC, organización estatal que tuvo una iniciativa breve pero importante en el fomento de publicaciones de ciencias sociales. El libro incluye un excelente prólogo de Alberto Flores Galindo, a quien va dedicado el libro; Flores Galindo fallecería en marzo de 1990, el año que salió el libro. En el prólogo se destaca la trayectoria de Ramos Zambrano en cuanto al estudio de las rebeliones y revueltas en el sur andino entre la Guerra del Pacífico y 1930, un “[E]xtraño caso de perseverancia en un medio, como el nuestro, que ofrece mil ocasiones para la dispersión” (p. 7). Flores Galindo, cuyas habilidades incluían la biografía, logró captar cómo Ramos Zambrano se valió tanto de la investigación en archivos, bibliotecas, y publicaciones pocas conocidas como su experiencia en los pueblos, comunidades y haciendas de la región para escribir el libro. Considera a Ramos Zambrano un historiador y “memorialista”. Flores Galindo notó con satisfacción y fascinación la atención que Ramos Zambrano prestó a la memoria indígena así como a la búsqueda de héroes o modelos como los Incas y Tupac Amaru.

Al volver a leer Tormenta altiplánica, me doy cuenta de la oportunidad que los investigadores han perdido al no seguir las pistas ofrecidas por Ramos Zambrano. En su libro se describe con detalle y documentos decenas de protestas, levantamientos, sitios y rebeliones en la zona de Titicaca, con Puno y Lampa como “epicentro” para usar el término de Flores Galindo. En los 25 años desde su publicación, me parece que nadie ha continuado en la investigación de esta “tormenta” o “tsunami” y que el estudio de los movimientos sociales a inicios del siglo XX que Alberto Flores Galindo y Manuel Burga fomentaron se ha estancado. El reto sigue pendiente: continuar el excelente proyecto iniciado por Augusto Ramos Zambrano. La publicación de estos tres libros nos permite pensar en la continuación de su gran trabajo intelectual y personal.


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