La semana pasada se llevó adelante un coloquio de historia titulado “las independencias antes de la Independencia”, para poner el acento en el proceso que ocurrió antes de 1821-1824, cuando San Martín Y Bolívar terminaron de romper con España. Una de las ideas fuerzas del coloquio era resaltar cómo los acontecimientos peruanos no encajan con la cronología propuesta para América Latina.
En efecto, la historiografía internacional estudia la independencia como un proceso que comienza en 1808, con la invasión de España por Napoleón, el derrocamiento de sus reyes, su reemplazo por José Bonaparte y la formación de Juntas en ciudades españolas, que al año siguiente se extienden a América. Esa cronología calza para prácticamente toda Hispanoamérica, salvo para el Perú, debido a Túpac Amaru, TA.
Algunos historiadores han separado la rebelión de TA de los acontecimientos que llevaron a la independencia. El cacique de Tungasuca, se sostiene, se habría rebelado contra los abusos, impuestos y repartos, que acompañaron a las reformas borbónicas. Mientras que la independencia arranca cuando se hunde el poder real en España. No obstante el alcance de esta rebelión, pertenecería a una coyuntura histórica distinta al ciclo de la emancipación. Pero, el debate continúa, en el gremio de historiadores se argumenta, por el contrario, que ambos procesos están separados por solo cuarenta años, que algunos protagonistas de la rebelión participan también de la independencia, y que habría una conexión entre la derrota de TA y la forma cómo nació el Perú independiente.
Esa era la opinión de Heraclio Bonilla en su famoso ensayo sobre “la independencia concedida”; donde sostenía que los criollos del Perú fueron conservadores y se alinearon con España porque temían una posible repetición del movimiento del curaca de Tinta. El “miedo al indio” habría vuelto conservadora a la elite limeña en contraste con el progresismo de los criollos de Buenos Aires y Caracas.Estos debates se reprodujeron en el coloquio mencionado. Según Cecilia Méndez se habría silenciado al curaca de Tungasuca al retirarlo del corpus del bicentenario. Pero Natalia Sobrevilla recordó que acaba de aparecer en inglés un nuevo libro sobre la rebelión de TA que explora extensamente su memoria.
Se trata de un escrito del historiador y peruanista Charles Walker. Entre sus muchas virtudes se halla su perspectiva cinematográfica. Sus capítulos parecen parte de un guion, porque ha privilegiado imágenes para relatar hechos y dibujar personajes. Empieza por escenas fuertes y conduce a interpretaciones.Así, Walker ha subrayado el comienzo mismo de la rebelión, cuando TA y Micaela ajustician al corregidor Arriaga. Después de un hecho de esa naturaleza no hay vuelta atrás. Si empiezas asumiendo el poder de ajusticiar a un importante funcionario real, ya no tienes perdón, o ganas o mueres. Eso lo entiende con facilidad un político, a veces no es tan claro para mis colegas.
Si TA en los hechos rompió con España, qué proponía, cuál era su plataforma. Nunca la escribió propiamente y Walker nuevamente conduce a través de escenas. Luego de ajusticiar al corregidor, TA asaltó obrajes para destruir símbolos de explotación inhumana y también para adquirir el poder de repartir textiles, como hacía el Inca. Este dato unido a otro hecho, también repartía coca, otro atributo de la reciprocidad andina atribuido al Inca, refuerza lo que todos sabemos, que TA usaba extensamente el prestigio de su linaje entroncado por vía materna con el último Inca de Vilcabamba.
Walker retrata una rebelión anticolonial que pretendía un renacimiento Inca, aunque bien adaptado a las nuevas condiciones del siglo XVIII tardío: sobre todo a la fuerte presencia de criollos, mestizos y esclavos afroperuanos en el mapa social del Perú. Así, el coloquio “las independencias antes de la Independencia” culminó hablando de Túpac Amaru. Su sombra trasciende la época de la emancipación y sus huellas se hallan hoy todavía.
***
El rol de Túpac Amaru. La República (13 de agosto de 2014).
En el primer día del evento, ante una ponencia que enfatizaba que en el movimiento de Huánuco no se pronunció ningún término como independencia o separación, sostuve que hay que fijarse más en las acciones que en las proclamas de los rebeldes. Tiene razón Zapata: durante 3 siglos, todos sabían que, una vez empezado un alzamiento no había vuelta atrás. Además, creo que debe considerarse la larga continuidad de la resistencia social –jalonada de muchas rebeliones–. Estos alzamientos, aunque estuviesen revestidos de cualquier ideología, comprendían ya en sí la independencia, pues no podían triunfar sin romper el yugo colonial. La Independencia, más superficial y de programa más limitado, se montó sobre esa continuidad y triunfó sin afectar mayormente el yugo social, que hasta hoy deja sentir sus prolongadas consecuencias.