Carta de Juan Bautista Tupac Amaru al Libertador Simón Bolívar (1825)

En la elaboración de mi historia gráfica, La odisea de Juan Bautista Túpac Amaru (con Liz Clarke), busqué toda la información que pude sobre este personaje, el medio hermano de José Gabriel Condorcanqui. Tal vez el documento más conmovedor que encontré fue su carta a Simón Bolívar, escrita dos años antes de su muerte en Buenos Aires, 2 de setiembre 1827. Su sueño de volver a “su patria” o “la patria de los Incas” y conocer a Bolívar (“mi Libertador”), no se cumplió.

Estamos investigando sobre la historia de la carta, si llegó a Bolívar (quien entre setiembre de 1822 y setiembre de 1826 estuvo en Perú y que llegó a nombrarse en su honor Bolivia) y cómo se conservó. Las memorias de Juan Bautista, Cuarenta años de cautiverio, publicadas en Buenos Aires en los mismos años, 1824 o 1825, tienen una retórica más directa y menos amable hacia el Libertador. Puede que por estar dirigida al gran Simón Bolívar y por la necesidad de pedirle ayuda para trasladarse de Buenos Aires al Cusco, es que asumió ese tono de respeto.

Hay mucho que aprender (e investigar) de los escritos de Juan Bautista Túpac Amaru. Como insisto en el libro, sus memorias deberían formar parte del canón peruano de literatura. Comparto la carta con ustedes.

New Takes on the Shining Path and the Conflicto Armado Interno

These two remarkable books push the study of Peru’s internal armed conflict (1980–2000) in new directions. They move away from the concentration on the Shining Path leadership and urban Lima and Ayacucho to examine the rise and fall of support for the guerrillas in the countryside or smaller cities such as Huancavelica. In temporal terms, they demonstrate the need to begin the analysis well before the outbreak of the insurgency in 1980 and to address the conflict’s deeply painful and complex legacies today. They contribute to numerous theoretical and methodological debates and deserve a wide readership. 

Reseña a dos nuevos libros sobre el Conflicto Armado Interno

Estos dos importantes libros buscan llevar el estudio del Conflicto Armado Interno (1980-2000) hacia nuevas direcciones. Los autores se mueven de los análisis del liderazgo de Sendero Luminoso en la Lima urbana y en Ayacucho para examinar su surgimiento y posterior falta de apoyo a su lucha en la periferia o en centros urbanos más pequeños como Huancavelica. En cuanto al marco temporal, demuestran la necesidad de comenzar el análisis mucho antes del inicio de la insurgencia en 1980 y de abordar los dolorosos y complejos legados del conflicto hasta la actualidad. La contribución de ambos libros se extiende a los numerosos debates metodológicos y teóricos que existen sobre el tema y merecen una lectura muy amplia

Michaela Valente sobre Witness to the Age of Revolution

Nel dibattito sulla storia, sulla cancel culture e sulla public history, sembra mancare una riflessione non di maniera su come avvicinare davvero a una seria conoscenza storica. La collana Graphic History Series di Oxford University Press propone alcune vicende storiche in fumetto, mantenendo però un alto livello qualitativo. Questo volume nasce dalla collaborazione tra Charles F. Walker, storico cui dobbiamo un’attenta ricostruzione della rivolta di Tupac Amaru, mostrandone il vero volto e l’influenza che ebbe sull’America Latina (Belknap Press, 2014, poi tradotta e pubblicata in Perù) e l’illustratrice Liz Clarke, è dedicato a Juan Bautista Tupac Amaru, una figura di secondo piano della rivolta scoppiata contro la Spagna tra il 1780 e il 1783. José Gabriel Condorcanqui, cacico peruviano, decise di prendere significativamente il nome di Tupac Amaru, ultimo re inca ucciso nel 1571 dagli spagnoli.

Jose Carlos de la Puente on Witness to the Age of Revolution

Charles Walker and Liz Clarke’s Witness to the Age of Revolution is a formidable teaching tool. This graphic history recounts the transatlantic “odyssey” of Juan Bautista Tupa Amaro, who was to spend forty years exiled in Spain and North Africa after his involvement in the massive revolt that, spearheaded among others by his much more celebrated half- brother José Gabriel, shook the foundations of colonial rule in the Andes between 1780 and 1783. A prisoner between that year and the year 1822, and the sole survivor of the Tupa Amaro clan, Juan Bautista published an account of his captivity after regaining his freedom and traveling back to South America. Unable or unwilling to return to his native Cuzco, he died in Buenos Aires in 1827, at the age of eighty. He lies buried in an unmarked tomb. 

Mark Rice on Witness to the Age of Revolution

Written by Charles F. Walker and illustrated by Liz Clarke, this graphic history that documents the life of Juan Bautista Tupac Amaru and his travails through the era of Atlantic Revolution is an engaging text that will be of particular value to teachers who want to convey the human aspect of a tumultuous era as well as how it has been interpreted through history. 

Los mejores libros sobre desastres naturales en América Latina y el Caribe

Quién soy

Escribir sobre el terremoto y tsunami de 1746 que azotó gran parte del Perú me enseñó que los desastres naturales son una entrada estupenda para estudiar la sociedad. No solo nos brindan una instantánea de dónde estaban las personas y de lo que estaban haciendo en determinado momento —como en Pompeya—, sino que también sacan a la luz e incluso acentúan las tensiones sociales y políticas de la época. Mi vida adulta la he pasado entre Perú y California y he experimentado muchos sismos. Sigo enseñando sobre desastres “naturales” y he comenzado un proyecto sobre la erupción del volcán Huaynaputina en 1600 que afectó el clima global.

Escribí…

Charles F. Walker. Colonialismo en ruinas: Lima frente al terremoto y tsunami de 1746

El 28 de octubre de 1746, un gran terremoto devastó la ajetreada ciudad de Lima. Con aproximadamente 50 mil habitantes, la capital del virreinato peruano era a la vez el corazón de los territorios de España en América del Sur. Media hora después, un tsunami destruyó también el puerto del Callao. Este terremoto y tsunami demolió iglesias y edificios importante, dañó el suministro de agua y alimentos, y suspendió los códigos sociales, uniendo a personas de diferentes clases sociales y provocando un caos generalizado. En este libro, examino las reacciones a esta catástrofe: desde los planes ilustrados del virrey para reconstruir la ciudad hasta la oposición a gran escala que encontró de parte de la Iglesia, la Corona española, la heterogénea población limeña e incluso las comunidades indígenas cercanas.

Los libros que escogí y por qué

Elena Poniatowska. Nada, nadie. Las voces del temblor

Este libro muestra la extraordinaria prosa de la novelista y periodista Elena Poniatowska. La autora entreteje las voces de varios periodistas, sus propias reflexiones y, sobre todo, los testimonios de decenas de sobrevivientes de los dos terremotos que azotaron la Ciudad de México y sus alrededores el 19 y 20 de septiembre de 1985. Se trata tanto de un relato conmovedor del sufrimiento de las personas, así como de un emotivo retrato de cómo la gente común intervino, creó equipos de búsqueda y rescate, y ofreció alivio cuando los esfuerzos del gobierno fracasaron. Poniatowska captura magistralmente lo que muchos historiadores consideran un momento que marca un antes y un después en la historia moderna de México.

Stuart B. Schwartz. Sea of Storms: A History of Hurricanes in the Greater Caribbean from Columbus to Katrina. Traducido al español como: Mar de tormentas: Una historia de los huracanes en el Gran Caribe desde Colón hasta María (Ediciones Callejón 2018)

Esta entretenida historia de huracanes nos lleva desde el siglo XVI —en realidad, desde antes— hasta el huracán Katrina de 2005. Schwartz es un investigador tenaz que domina la ciencia de los huracanes y los sabe explicar muy bien. Tiene también un gran ojo para la historia social y expone sus argumentos a través de anécdotas e historias. Sacándose el sombrero ante el maestro francés de la longue dureé Fernand Braudel, el libro destaca las continuidades de larga duración de los huracanes y sus destructivas trayectorias. Schwartz muestra que, aunque la región conocida como el Caribe se extiende por América del Norte, Centro y Sur, aunque varíe mucho en términos de idioma, historia, geografía y más, la amenaza anual de huracanes la une y proporciona un excelente punto de partida para su estudio.

Mark Carey. Glaciares, cambio climático y desastres naturales. Ciencia y sociedad en el Perú

Las preocupaciones sobre el calentamiento global han centrado mucha atención en los glaciares y su incesante retroceso. Carey hace notar cómo gran parte de la investigación se ha centrado en la glaciología y en los glaciales en sí mismos, ignorando a las personas que viven cerca de ellos. El autor estudia los Andes peruanos y la Cordillera Blanca, sitio de devastadoras avalanchas y mucha investigación contemporánea. Carey muestra cómo las poblaciones indígenas locales han construido sus vidas alrededor de los glaciares y cómo están enfrentando el cambio climático. También evalúa las interacciones que estas han tenido con científicos y técnicos. Glaciares, cambio climático y desastres naturales es una rara combinación de excelente ciencia y cautivadora narrativa (disclaimer: Mark Carey fue mi estudiante de doctorado).

Mike Davis. Los holocaustos de la era victoriana tardía. El Niño, las hambrunas y la formación del Tercer Mundo

Este libro es conocido por su controversial argumento de que las políticas imperiales británicas no solo empeoraron las sequías, hambrunas y epidemias que devastaron la India de 1876 a 1878, sino que las clases gobernantes de la era victoriana pudieron haber intervenido para salvar millones de vidas, pero no lo hicieron. Pero Davis también proporciona un desgarrador relato de las sequías brasileñas de 1876-1879 y 1896-1900 que dejaron millones de muertos, particularmente en el Sertão, en el nordeste brasileño. El autor muestra las conexiones entre el clima (El Niño), las transformaciones económicas y los desplazamientos en masa y el hambre en Brasil, así como la manera en que los imperios europeos, los Estados Unidos y el Japón se aprovecharon de estas crisis. Algunos lectores apreciarán su estilo polémico, otros no. De cualquier manera, Davis es un escritor fantástico y presenta una descripción matizada y bien documentada de la hambruna en Brasil.

Gordon Thomas y Max Morgan-Witts.El día en que desapareció su mundo 

A inicios de mayo de 1902, el volcán Mont Pelée en el extremo norte de la isla Martinica empezó a humear y retumbar. El 8 de mayo, desató su furia y acabó con la vida de casi 30 mil personas. Sigue siendo un volcán activo. Los autores cuentan esta historia con energía y entusiasmo, utilizando fuentes originales para capturar la experiencia de víctimas y sobrevivientes. Pero el libro es mucho más que una historia meramente narrativa, ya que revela cómo las autoridades de este departamento de ultramar de Francia en el Caribe descuidaron la amenaza que representaba el volcán y no supieron reaccionar ante sus horribles secuelas. El día en que desapareció su mundo se une a estos otros libros al cuestionar la interpretación de los desastres “naturales” y resaltar la responsabilidad humana.

La nota apareció originalmente en inglés en este enlace. Traducción de María Claudia Huerta.

José Luis Rénique. Una conversación con el historiador Charles Walker

El historiador Charles Walker ―profesor de Historia Latinoamericana de la Universidad de California (Davis) y director del Instituto Hemisférico de las Americas― lleva más de tres décadas trabajando el Perú. Su La Rebelión de Túpac Amaru ―una notable síntesis narrativa del alzamiento encabezado por José Gabriel Condorcanqui y Micaela Bastidas publicado en 2015― ha contribuido a reavivar el interés por el rebelde cuzqueño entre los lectores peruanos. PUC y CBC acaban de lanzar una nueva edición corregida de su primer libro, De Túpac Amaru a Gamarra: Cusco y la formación del Perú republicano. Walker trabaja actualmente en un libro sobre Sendero Luminoso siguiendo una pauta similar a su trabajo anterior: explorar los hechos buscando “dar al lector una idea de la experiencia de vida que supuso la insurrección”.

En una de tus publicaciones tú señalabas las dificultades que han tenido historiadores e intelectuales “para definir y aclarar la relación entre los acontecimientos de 1780-1783 y las guerras de independencia de 1811-1824”. Y aunque podría decirse que las razones para celebrar el nacimiento de la República del Perú el 28 de julio de 1821 son bastante claras, cuando uno lee tu libro y ve el contraste entre un gran movimiento de fuerte contenido anticolonial, que puso en jaque al colonialismo español, que intentó ir más allá de las fronteras étnicas de su origen apelando a un sector de los españoles, uno piensa en que sería más justo, más consecuente, y un gran aporte a la conciencia nacional celebrar 1780 como el inicio de una lucha –aún no concluida— por la formación del Perú como nación.

En ese sentido, a mí me alegra comprobar que la discusión sobre el bicentenario ha terminado yendo hacia Túpac Amaru. Es la reacción que han provocado los textos que se han publicado y muestras como la del LUM. Esto no ha respondido a un diseño determinado desde arriba. La gente quiere saber más qué ocurrió antes, no quiere quedarse en la fase costeña del proceso cuyo análisis es, obviamente, muy necesario, pero que tiene antecedentes con los cuáles tal vez la gente puede identificarse más intensamente. Yo creo que, si entendemos por heroísmo al protagonista de una gran hazaña, como el esfuerzo por hacer un país más justo, nuevo, Tupac Amaru y Micaela Bastidas son las grandes figuras de la lucha por la Emancipación del Perú. Pero, debemos recordar que su derrota se celebró en Lima. O sea, los limeños no querían saber nada con Tupac Amaru por muchas razones: era un movimiento de base regional que hubiese hecho del Cuzco la capital del Perú. Por lo tanto, no hay que vender un mito de que Tupac Amaru iba a unir a todos los peruanos, que otras partes del país lo iban a recibir como libertador. El Perú de 1781 estaba tan dividido como está hoy en día. Por eso a mi satisface que la discusión permita que se descubra todo este trasfondo, la gesta tupacamarista, la dificultad para unir a sociedades tan complejas como las andinas. Ya no se escuchan voces que intenten desplazarlo, ponerlo al lado, negar la rebelión y las razones y consecuencias de su derrota. Ya no es de segunda. Ya no puede ser “relegado” para usar el término del gran poema de Antonio Cisneros.

Asi es, ese bello texto logra capturar la paradoja de la que estamos hablando y que varias generaciones de historiadores, como tú has escrito, no han logrado esclarecer, la brecha existente entre la real o aparente palidez de la fase costeña y la vigorosa gesta anticolonial impulsada por Condorcanqui y Bastidas. Y es que frente a una rebelión surgida de la vivencia directa de la parte más dura de la explotación colonial, como una lucha por romper de manera drástica con el pasado, las luchas de 1820 a 1824 aparecen más como la derivación de pugnas internacionales cuya lógica llevaba a un inevitable desenlace en el Perú, en el gran centro colonial hispano. Y cómo no tener una nostalgia de ese componente rebelde cuando vemos el tipo de pugna que se vive doscientos años después. En que vemos, nuevamente, a Lima y la costa confrontadas con, prácticamente, el resto del país. ¿Fue posible un desenlace diferente para la rebelión de 1781? ¿Existió la posibilidad de que escapara a la fragmentación social y política que, en última instancia, la hizo inviable?

En esa lucha por rebelarse y, al mismo tiempo, superar la fragmentación, Tupac Amaru, sin duda, es una figura muy importante. Pero, como tú sabes bien, otros movimientos en tiempos republicanos se chocarían con los mismos problemas. Hasta inicios del siglo XX, los movimientos sur andinos que tú has estudiado muestran, en menor escala, el mismo problema. Y hoy mismo, como bien dices, tenemos una situación de ese tipo.

Miremos ahora, la coyuntura rebelde de 1781 desde la perspectiva de los costos que pagan los Andes peruanos en términos de energías rebeldes, de elementos de cohesión que hubiesen permitido pensar en un nueva esfuerzo emancipatorio centrado en la sierra. Tú has escrito que no hay que exagerar la aplicación del programa represivo de las autoridades hispanas, buena parte del cual se quedó en el papel. Pero también has dicho que fueron muy exitosas en silenciar cualquier recuerdo de la rebelión. ¿Por qué su imagen, su memoria, no aparece en 1814, en 1821 como un factor motivante para los rebeldes? Mientras que en el Río de la Plata hay patriotas criollos que hablan por esa misma época de instaurar un régimen incaico y toman a Tupac Amaru como un referente histórico.

Es una incógnita que yo he seguido trabajando con gran interés. Pero, es muy complicado investigar silencios. Creo que, en fomentar el olvido de la rebelión sí tuvieron éxito las autoridades. Porque medidas como abolir el quechua, bailes y celebraciones incas, etc. fracasaron. Porque significaban un programa cultural imposible de cumplir, porque carecían de los recursos para hacerlo aunque se lo propusieron. Pero suprimir el recuerdo les era más factible. Lo tenían que hacer. Sobre todo por el miedo que sentían las autoridades de que se produjera un nuevo alzamiento. Ese miedo quedó registrado en los juicios, en las declaraciones de curas, funcionarios, autoridades locales que advertían: si no cambian las condiciones de vida de la población la violencia se va a repetir. No usan el nombre del líder rebelde, pero se refieren claramente a lo que pasó. De otro lado, a mi me sorprende mucho que, la figura de Túpac Amaru no surja en el contexto de la rebelión de Pumacahua. Faltan estudios locales que exploren el tema para estar plenamente seguros de lo que ocurría en la imaginación popular, si las guerrillas indígenas usaban su imagen como inspiración por ese entonces. Lima, entretanto, seguía en la onda anti-Tupac Amaru donde, también se celebraba la derrota de los hermanos Angulo y de Pumacahua a mediados de 1814. Más aún, hay textos anti-Cuzco de 1816 y 1917 muy dentro de la lógica de ver en la derrota de los rebeldes una defensa de los privilegios de Lima. Mientras que, hacia 1820, comienza a aparecer Tupac Amaru como ícono internacional, lo celebran en Buenos Aires, en España lo levantan los liberales. Todo lo cual hace pensar que quizás Tupac Amaru se adelantó; que si su insurrección se hubiese producido quince años después, con el apoyo de Haití por ejemplo, con las ideas de la Revolución Francesa, con la declinación de España y el auge de los liberales, tal vez, hubiese tenido mayores posibilidades de éxito.

De otro lado, cuando se le pretende ver como un movimiento que apuntaba a la Emancipación del Perú, recuerdo que tú señalas en tu libro que de sus escritos es difícil derivar un programa político preciso o, como se diría hoy, una “hoja de ruta”.

Si pues, hay que ver las acciones más que sus cartas y sus proclamas para apreciar su visión. Recordemos que de un lado ordena la quema de iglesias, pero de otro lado, se muestra dialogante y le afecta muchísimo cuando es sancionado con la excomunión. Es absurdo buscar aplicarle etiquetas, menos aún aplicándole términos que no estaban aún en el vocabulario político de su época. Yo tengo la impresión de que buscaba una alianza multiétnica incluyendo criollos, mestizos e inclusive los españoles “buenos”. Pero, conforme se aleja del Cuzco estas definiciones van cambiando como reflejo de nuevas audiencias, de nuevas sensibilidades que se van incorporando en el movimiento. Era muy difícil mantener con precisión la identidad de los posibles aliados y los enemigos. Entre Quispicanchis y Chumbivilcas estas definiciones van a cambiar. Hay que ponerse en la situación. En general, él quería llevarse bien con los criollos. Él tiene presos españoles o criollos presos en su casa con los que tenía viejas relaciones de negocios y amistad. Uno puede hacerse la imagen de Tupac Amaru conversando con ellos, con sus prisioneros, comentando la situación política. Mientras algunos aliados y Micaela misma le advierten que se cuide, que pueden ser traidores que le han infiltrado espías, etc. Todo esto me lleva a pensar que su visión era la de un Perú basado en una gran alianza multiétnica y multiregional, sin españoles, con más justicia y control propio sobre las decisiones políticas. Es lo que podemos deducir de sus escritos pero sobre todo de sus acciones.

En nuestra comprensión de Tupac Amaru, Alberto Flores Galindo jugó un papel muy importante. ¿Cuál es tu punto de vista sobre su lectura del gran indio rebelde?

Tito se aboca al análisis de diversos proyectos de cambio derrotados. Busca entender lo que estos proyectos perseguían y que elementos provocaron su derrota. En este caso tenemos a un líder que se levanta en el corazón del “nudo colonial”. Que se va a chocar por ende con toda esa complejidad de clase, etnía, raza, que se articula en el eje sur andino del Virreynato peruano. Porque en el momento en que él escribía sobre el tema esa búsqueda seguía en pie: cómo construir movimientos anti-centralistas con presencia indígena en la misma región en que Tupac Amaru se había levantado dos siglos atrás. Se trataba de aprender las lecciones que aquel movimiento dejaba más allá de su derrota. Él ponía mucho interés en la dimensión ideológica. En el tema del cristianismo, por ejemplo.

Ahora escribes un libro sobre Sendero Luminoso. Qué contrastes o similitudes encuentras con tu trabajo anterior, tu historia de Tupac Amaru.

En ambos casos se puede ver que había liderazgos fuertes. Y que, por lo tanto, la historiografía se ha desarrollado desentrañando a los líderes. Pero hace falta material sobre los protagonistas, sobre los seguidores; con el fin de comprender sus motivaciones, por qué se metió la gente, cuál fue el impacto en ellos de la violencia y qué fue de su vida tras el fin del conflicto. Es decir, hay que humanizar la guerra; porque como decía Carlos Iván Degregori: “humanizar no es justificar”. Lo bueno es que ya se han realizado avances en este aspecto y hay menos miedo que antes para tratar el tema. Con libros como el de Lurgio Gavilán se ha roto el mito senderista de que todos sus militantes eran tipo robot, muy disciplinados y que daban todo por el partido; que no eran pues, seguidores ciegos. Que eran seres humanos con capacidad de discrepar y que, a su manera, padecieron el conflicto. De otro lado, es fundamental examinar el contexto de fines de los 70, esa combinación de tres elementos: la inocencia de chicos adolescentes aún metiéndose a Sendero, la explosión política contra el gobierno de Morales Bermúdez y la capacidad de la organización encabezada por Guzmán para captar ese furor juvenil hacia un proyecto como el suyo.

Tú has estado visitando el Perú durante las últimas cuatro décadas, al cual estás unido no solo por un vínculo académico sino familiar. Con esos antecedentes, desde tu perspectiva como investigador, cómo ves el momento que está viviendo el Perú en estos momentos.

Aunque no me sorprende el recurso de equiparar a Castillo con un retorno de Sendero, sí me ha hecho pensar en el gran costo que para el desarrollo de una izquierda progresista en el Perú ha tenido la insurgencia senderista. El hecho de que, tantos jóvenes que podrían beneficiarse de un gobierno progresista escuchen izquierda e inmediatamente piensen en comunismo, Venezuela, terrorismo, etc. Que se hayan perdido los matices, la capacidad de discernir entre sistemas y posiciones. Explorar ese costo social y político ―el enorme freno que el “miedo a Sendero” ha tenido en el desarrollo de movimientos de cambio cultural o ambiental por ejemplo―, debería estar en nuestra agenda de investigación. El fenómeno senderista, por ejemplo, podría explicar por qué el Perú es hoy un país tan conservador. Creo que el impacto de este fenómeno ha sido mucho mayor de lo que pensábamos. Y lo que ha ocurrido en los últimos meses en el Perú así lo demuestra.

¿Cómo ves la dirección que ha seguido la celebración de la Independencia desde un punto de vista historiográfico?

Te doy mi respuesta pesimista y después la optimista. En primer lugar ―como anoté en el libro sobre Flores Galindo que publiqué con Carlos Aguirre―, yo diría que no se han producido avances significativos como tampoco han surgido entradas novedosas sobre Tupac Amaru. Tal vez con ese argumento perdí algunos amigos, aunque reconozco que tal vez exageré.

¿O sea, lo que estás diciendo es que desde el debate producido con motivo del sesquicentenario de la Independencia, en 1971, no se han registrado innovaciones importantes?

Hay algunas excepciones importantes, como lo de Víctor Peralta sobre cultura política y una que otra cosa más, pero, los debates, la perspectiva general, no se ha movido mucho. Aunque, en los dos años que han pasado desde que escribí eso veo muy bien las discusiones que se vienen produciendo. Estamos hablando del proceso de Independencia en las provincias, estamos usando un marco cronológico más amplio y no he escuchado a nadie que se atreva a decir que lo central es la fase costeña o que hay que concentrarse en el período de San Martín a Bolívar o el papel de Torre Tagle. La gente quiere estudiar el período desde una perspectiva mucho más amplia. Eso me alegra muchísimo. De otro lado, las muestras del LUM. Una sobre Tupac Amaru y Micaela Bastidas y la nueva sobre el papel de las regiones, las mujeres y los sectores populares en la Independencia han sido muy bien recibidas y han provocado discusión. Estos son signos muy positivos.

¿Tú no percibes una disparidad entre la celebración de la república y la necesidad de comprender la nación?

Sí, claro. Siempre hay un déficit de comprensión de la nación con respecto a la narrativa sobre la república. Por eso creo que aunque la celebración del bicentenario ha estimulado a muchos para publicar mucho más difícil ha sido ―y más aún con la pandemia—promover reflexiones más profundas, más ambiciosas, sobre la construcción de la nación. Entonces todo se queda en una discusión un poco superficial, meramente narrativa. Reflexiones más profundas hubieran llevado a preguntarse por la celebración propiamente dicha: ¿qué y por qué celebramos? ¿hacia dónde va la nación? etc. Son temas complicados. Si te preguntan por el papel de San Martín en la Independencia del Perú es algo fácil de responder. Pero las preguntas sobre la naturaleza de la nación son mucho más profundas, mucho más complicadas de responder. Tal vez de no haber mediado el COVID se hubiese podido organizar eventos con este tipo de enfoque. Así es que, al no plantearse cosas de fondo, proliferan los eventos más narrativos, menos profundos, en un momento en que comenzamos a sentir una cierta saturación del ZOOM. Aunque, sí habría que decir que no se ha visto ese “patriotismo chato” de tiempo atrás, el promedio de calidad ha sido más bien aceptable. Porque en el nivel organizativo, en la Comisión del Bicentenario, hay gente con la capacidad para darle a estas discusiones una mayor perspectiva.

* La entrevista apareció originalmente en La Corriente. Revista Digital de Política y Cultura, n. 9 (2021): 40-45.

Un nuevo proyecto busca digitalizar el Archivo de la Confederación Campesina del Perú

El texto original es: “Historíanos to Digitize Endangered Peruvian Archive”, escrito por Kathleen Holder para UC Davis College of Letters and Science (21 de setiembre de 2020). La traducción de este post fue hecha por Javiera Fermandoy Jiménez.

Por años, los documentos históricos pertenecientes a un grupo de defensa de los derechos de campesinos quedaron apilados sobre el piso de una casa en el centro de Lima, amenazados por parásitos, enemigos políticos, ladrones y desastres naturales, pero en gran parte fuera del alcance de académicos y del público.

Un nuevo proyecto, liderado por el historiador Charles Walker, del Departamento de Historia de la Universidad de California, Davis, digitalizará los documentos de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y los hará accesibles en línea.

Recientemente, Walker se adjudicó US$50,000 del Library’s Modern Endangered Archives Program (MEAP), de la Biblioteca de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), para comprar equipos especializados de digitalización de imágenes y cubrir los honorarios a medio tiempo de un equipo de archivistas peruanos, quienes ya habían creado un inventario de los documentos en 2015.

El proyecto es uno de los veintidós seleccionados en todo el mundo en la segunda ronda de financiamiento del MEAP en agosto de este año. El MEAP se creó en 2018 con el apoyo de Arcadia, una fundación benéfica de Lisbet Rausing y Peter Baldwin, para digitalizar y documentar el activismo comunitario y la herencia cultural de los siglos XX y XXI.

Documentos y otros artefactos de la Confederación Campesina del Perú (CCP) yacían apilados en una casa de Lima antes de que los líderes de la CCP pidieran a los archivistas que los organizaran en 2015.

Llenando un vacío en la historia del Perú

La CCP ha jugado un importante rol en las políticas peruanas desde que fue fundado en 1947, señala Walker, profesor de historia de América Latina y director del Hemispheric Institute on the Americas (HIA) de la Universidad de California, Davis.

Los documentos de este archivo podrían cambiar nuestra comprensión de la historia peruana contemporánea, señaló Walker. “Esta constituye la colección de archivos más rica en Perú enfocada en la población rural e indígena durante el siglo XX”.

Entre los contenidos hay documentos sobre la organización de la CCP, congresos nacionales, esfuerzos para incorporar grupos de mujeres, correspondencia con otras organizaciones extranjeras de derechos humanos y partidos políticos, y una colección de denuncias por violación de derechos de la población rural. Esta colección también incluye volantes, carteles, revistas, libros y material audiovisual.

Una ventana al conflicto con Sendero Luminoso

“Particularmente notable es la correspondencia y las peticiones de ayuda durante el periodo de Sendero Luminoso (1980-1992) y la Guerra Sucia”, escribió Walker en la postulación. “El extremo peligro durante este periodo (el conflicto dejó setenta mil muertos según la Comisión de Verdad y Reconciliación de Perú) significó que los periodistas e investigadores académicos debían llevar a cabo sus pesquisas bajo un gran riesgo”.

El archivo podría ayudar a llenar este vacío de información, entregando documentación sobre cómo las comunidades campesinas respondieron al conflicto y cómo la CCP y otras organizaciones intentaron ayudarlas.

Pero el archivo está “en terrible estado, en peligro”, dijo Walker. Hasta la fecha, documentos y fuentes de las primeras tres décadas de la CCP se han perdido, algunas durante una redada policial en 1977 y otras durante una mudanza a comienzos de la década de los 80.

Una colaboración con expertos peruanos

El proyecto de digitalización está programado para comenzar en diciembre y tomará alrededor de ocho meses, enfocándose en los materiales de mayor relevancia histórica, señaló Walker.

Los archivos digitales incorporarán motores de búsqueda y serán entregados a la Biblioteca de la UCLA como también a la Pontificia Universidad Católica del Perú y a la Defensoría del Pueblo de Perú. Estas bibliotecas brindarán acceso completo a estos archivos.

El equipo en Perú incluye a Ruth Borja Santa Cruz, profesora de Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos quien supervisó la creación del archivo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) del Perú; María Karina Fernández Gonzales, del archivo de la Defensoría del Pueblo de Perú, ahora a cargo del archivo de la Comisión de Verdad y Reconciliación del Perú; y María Rodríguez Jaime, de la biblioteca y el archivo de la Casa de la Literatura Peruana.

Los documentos originales del CCP permanecerán en Perú, junto con el equipo de digitalización adquirido con la subvención. “El equipo humano es fantástico”, indicó Walker. “Ellos ya tienen más proyectos en mente”. 

Diego Cristóbal Túpac Amaru

Muchos lectores de mi libro, La rebelión de Tupac Amaru, me cuentan que mientras sabían algo de la terrible muerte de José Gabriel Tupac Amaru,  no tenían idea de la muerte que sufrió su primo, Diego Cristóbal. Como insisto en el libro, fue aún más atroz. Va la descripción.

“Alrededor de las diez de la mañana del 19 de julio de 1783, él [Diego Cristóbal], su madre y los Condori fueron arrastrados por bestias de carga, con sus miembros amarrados, desde la cárcel hasta la Plaza Regocijo mientras un pregonero voceaba sus crímenes. La muchedumbre los abucheó y el empedrado arrancó parte de su piel. Los soldados se alinearon en la plaza para contener cualquier disturbio y observar la muerte del líder rebelde. Toda la fuerza militar acuartelada en Cusco estaba presente: la infantería de la ciudad, la caballería y los regimientos de caballería ligera compuestos principalmente por miembros de la milicia así como el regimiento del Callao. Sus comandantes y las autoridades locales también observaban…. Los verdugos, Felipe Quinco y Pascual Orcoguaranca, colgaron primero a Lucas Jacinto y Ramón Jacinto, juzgados por separado por su participación en los eventos de Marcapata. Pusieron entonces a los Condori en el patíbulo. 

Quinco y Orcoguaranca cortaron la lengua de Marcela Castro antes de colgarla. Diego Cristóbal fue obligado a mirar el sangriento espectáculo de la muerte de su madre. Justo antes de que fuese arrastrado al patíbulo, el pregonero, un tal Lorenzo Quispe, gritó a voz en cuello: “Esta es la justicia que manda hacer el Rey Católico (que Dios guarde)”, y procedió a repetir los cargos. Los verdugos habían construido un fogón junto al patíbulo y usaron tenazas al rojo vivo para desgarrar la piel del pecho de Diego Cristóbal. El atenaceado era una de las torturas preferidas por la Inquisición. Los verdugos arrastraron entonces a Diego Cristóbal, quien se hallaba sangrando y en completa agonía, hacia el patíbulo y lo colgaron. Uno de ellos ret a quien se atreviese a retirar los cuerpos de los rebeldes de la horca. Nadie respondió al desafío.

Hacia las cuatro de la tarde, los verdugos descuartizaron los cuerpos. La sentencia de Diego Cristóbal ordenaba que “después [de] descuartizado su cuerpo, llevada la cabeza al pueblo de Tungasuca, un brazo a Lauramara, el otro al pueblo de Carabaya, una pierna a Paucartambo, otra a Calca, y el resto del cuerpo puesto en una pico en el camino de la Caja del Agua[,] quedando confiscados todos sus bienes (…) y sus casas serán arrasadas y saladas”. Las autoridades enviaron las cabezas y extremidades de los Condori a Marcapata, el distante Azángaro, el nevado Ausangate y otros pueblos.”

Charles Walker, La rebelión de Tupac Amaru, pp. 257-259.