Diego Cristóbal Túpac Amaru

Muchos lectores de mi libro, La rebelión de Tupac Amaru, me cuentan que mientras sabían algo de la terrible muerte de José Gabriel Tupac Amaru,  no tenían idea de la muerte que sufrió su primo, Diego Cristóbal. Como insisto en el libro, fue aún más atroz. Va la descripción.

“Alrededor de las diez de la mañana del 19 de julio de 1783, él [Diego Cristóbal], su madre y los Condori fueron arrastrados por bestias de carga, con sus miembros amarrados, desde la cárcel hasta la Plaza Regocijo mientras un pregonero voceaba sus crímenes. La muchedumbre los abucheó y el empedrado arrancó parte de su piel. Los soldados se alinearon en la plaza para contener cualquier disturbio y observar la muerte del líder rebelde. Toda la fuerza militar acuartelada en Cusco estaba presente: la infantería de la ciudad, la caballería y los regimientos de caballería ligera compuestos principalmente por miembros de la milicia así como el regimiento del Callao. Sus comandantes y las autoridades locales también observaban…. Los verdugos, Felipe Quinco y Pascual Orcoguaranca, colgaron primero a Lucas Jacinto y Ramón Jacinto, juzgados por separado por su participación en los eventos de Marcapata. Pusieron entonces a los Condori en el patíbulo. 

Quinco y Orcoguaranca cortaron la lengua de Marcela Castro antes de colgarla. Diego Cristóbal fue obligado a mirar el sangriento espectáculo de la muerte de su madre. Justo antes de que fuese arrastrado al patíbulo, el pregonero, un tal Lorenzo Quispe, gritó a voz en cuello: “Esta es la justicia que manda hacer el Rey Católico (que Dios guarde)”, y procedió a repetir los cargos. Los verdugos habían construido un fogón junto al patíbulo y usaron tenazas al rojo vivo para desgarrar la piel del pecho de Diego Cristóbal. El atenaceado era una de las torturas preferidas por la Inquisición. Los verdugos arrastraron entonces a Diego Cristóbal, quien se hallaba sangrando y en completa agonía, hacia el patíbulo y lo colgaron. Uno de ellos ret a quien se atreviese a retirar los cuerpos de los rebeldes de la horca. Nadie respondió al desafío.

Hacia las cuatro de la tarde, los verdugos descuartizaron los cuerpos. La sentencia de Diego Cristóbal ordenaba que “después [de] descuartizado su cuerpo, llevada la cabeza al pueblo de Tungasuca, un brazo a Lauramara, el otro al pueblo de Carabaya, una pierna a Paucartambo, otra a Calca, y el resto del cuerpo puesto en una pico en el camino de la Caja del Agua[,] quedando confiscados todos sus bienes (…) y sus casas serán arrasadas y saladas”. Las autoridades enviaron las cabezas y extremidades de los Condori a Marcapata, el distante Azángaro, el nevado Ausangate y otros pueblos.”

Charles Walker, La rebelión de Tupac Amaru, pp. 257-259.


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