Tulio Halperín, profesor de pregrado

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Yo era un oscuro estudiante de preparatoria en Santa Cruz pero un año como estudiante de intercambio en Tucumán, Argentina, me cambió de muchas formas. Estaba fascinado con Argentina en todas sus dimensiones. Llegué a Berkeley en 1977 con varias ideas para una especialización: Sociología (que era lo que la gente interesante que conocí en Argentina estudiaba, pese a que algunos habían tenido que abandonar el país); Español (las novelas eran divertidas) o incluso Literatura Comparada (¿por qué no?). Pero mi primer curso con Tulio, el primero de un curso de dos trimestres, hizo que me enganchara con la Historia.

Él solía intimidar a sus estudiantes. Por supuesto, su inteligencia era y es intimidante. No era su conducta, ya que él era inteligente y no necesitaba aparentarlo. Nunca hacía una pausa para responder una pregunta; podía explicar el surgimiento de Nueva Granada, la decadencia de las minas de Potosí o los cambios en los gabinetes ministeriales en México en el mismo momento. No obstante, siempre lo encontré muy cordial fuera de clases, cuando le pedía me aclarara algún punto o le hacía alguna pregunta probablemente banal. Recuerdo cambiando de inglés a español y él diciéndome que yo tenía un acento tucumano. No estoy seguro que eso haya sido un cumplido.

Sus clases eran increíbles. Tulio podía presentar un tema amplio, ofrecer información en detalle para probar dicho punto y hacerlo más complicado, y detenerse para resaltar alguna cifra así como las tantas paradojas y contradicciones de la historia latinoamericana. Su memoria era increíble. Recuerdo una ocasión en la que él estaba frustrado y molesto consigo mismo porque no podía recordar en ese instante el nombre de un miembro del gabinete del gobierno de Santa Cruz en la Bolivia de los años 1830-1840. El que aquel nombre no viniese de manera inmediata a su memoria y que ello fuese una excepción eran un indicador de su memoria fotográfica.

Dos anécdotas. En 1980, aproximadamente, los estudiantes de izquierda lo esperaron para culpar a la CIA y Nixon por el golpe de 1973 contra Allende. Él no trató de tapar el episodio, pero enfatizó que necesitábamos poner atención a la dinámica política en Chile así como a la interferencia de Washington. Él tenía un gran mensaje sobre la habilidad de América Latina para emprender grandes obras y arruinarlas muy rápidamente. Los estudiantes querías teorías conspirativas, no las consiguieron. Sin embargo, todos seguimos su clase con mucha atención. También recuerdo haberle preguntado a alguien muy vagamente algo sobre Perón y la música. Tulio utilizó la pregunta para ofrecer una historia cultural del Peronismo sin preparación previa y a lo largo de siete minutos que fue muy superior a muchas monografías. Su entusiasmo era contagiante y todos en clase disfrutábamos su pasión y humor.

No solo era un gran profesor sino un mentor muy servicial. Él me animó a mí y a otros (y Matt Shirts, hoy editor de National Geographic en Brasil, podrá confirmar esta aseveración) a considerar América Latina seriamente. Me brindó muy buenos consejos antes de partir a Perú por un año, sugiriendo un par de libros y advirtiéndome del cielo gris de la ciudad. Más adelante, discutí con él la posibilidad de hacer un doctorado, lo cual parecía una posibilidad muy remota para mí y tan misteriosa como un safari en África. Tulio estuvo de acuerdo con mi decisión de entrar a un M.A. en Estudios Latinoamericanos en Stanford. Volví luego de un año a visitarlo y él se acordaba muy bien de mí, preguntándome sobre los cursos y mis planes futuros. En las décadas siguientes siempre se mostró amable y servicial.

Otros discutirán su monumental trabajo, su impacto en la historia latinoamericana. Asumo que algunos de sus estudiantes de doctorado hablarán acerca de su rol como mentor (incluyendo algunos de sus Teaching Assistants, como Nils Jacbosen) al producir generaciones de formidables PhDs. Muchos de ustedes saben lo fácil que es pasar por alto o mirar de modo negligente la enseñanza a estudiantes de pregrado (hay artículos que deben ser escritos, charlas que dar, estudiantes de doctorado que atender, etc.). Pero no fue el caso de Tulio; él dedicó mucha de su energía intelectual y sus habilidades a los estudiantes de pregrado. Y por ello estamos agradecidos.

* Mi testimonio apareció publicado originalmente como “Tulio Halperin Donghi, Undergraduate Teacher” en el homenaje a THD este año.

 


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